"SALVEMOS LA ESCUELA" (Un cabreo con "altura de miras")

Había pensado rotular lo escrito de la siguiente manera: "¡Profundamente cabreado!". Pero me he acordado de Ortega que insistía en que los españoles pensamos con las vísceras y que más bien nos vendría pensar con la razón.

Mi cabreo permanece pero prefiero pasarlo a segundo plano y reflexionar brevemente sobre una de las niñas de mis ojos: la educación.

La situación en Madrid está calentita como este otoño inusualmente cálido que nos acompaña. Y los profesores andamos al alimón y no por el tiempo que nos acompaña.

Desde luego la Consejería de Educación ha metido la pata y lo ha hecho hasta el fondo. Lo primero es que no se pueden hacer las cosas de esas maneras. Hay asuntos que conviene hablarlos, y despacio, conociendo la situación  real de los centros educativos y cómo quedarían estos después de las medidas propuestas.

Pero, sobre todo,  no se debe ningunear a los maltrechos profesores. A los profesores hay que mimarlos porque son los pilares de la transmisión del saber y los que forman a las futuras generaciones. Unos políticos y una sociedad que no confían en sus profesores y, consecuentemente,  no los miman contribuyen a crear una sociedad sin futuro contribuyendo así a su suicidio colectivo.

Es verdad que se ha pedido perdón pero el daño ya está hecho... "Los profesores nos quejamos por trabajar más, somos unos privilegiados.... " (En el fondo, aunque no se diga, "unos vagos"). Costará mucho reparar el daño hecho y no vale con unas contradeclaraciones -que ya se han hecho y varias veces- si no con hechos.

Mi cabreo no se queda ahí. No me sorprende el intento de que cada uno de los contrincantes políticos intente arrimar el ascua a su sardina. Para unos el tema está politizado y el partido en el Gobierno está detrás de ello... Para los otros, de repente, los profesores son unos "esforzados" cuyo trabajo no se reconoce. Y, para colmo, lo último es oír al candidato Rubalcaba alabando la "excelencia" educativa cuando ha sido miembro del gobierno que introdujo la LOE, que entre los miembros del gremio preferimos llamar "RELOGSE" con su rollo sobre la "equidad", más bien traducido por "café para todos". (Para que lo comprendan los que no son del gremio: "Contra la excelencia en Educación").

Hete aquí que mi cabreo no se aquieta. Y no lo hace por la falta de óptica de algunos de mis compañeros que, con mucha razón y muy buena voluntad, no se dan cuenta de que hay que tener altura de miras. El grito no puede ser "¡Salvemos la Escuela Pública!  sino "¡Salvemos la Escuela!".

No se puede mirar de tejas para abajo. El problema no reside en la Enseñanza Concertada ni tampoco en las desgravaciones a las que se acogen los padres que llevan a sus hijos a la Enseñanza Privada. ¡No! Eso ya es entrar en el juego político en el que tanto unos como otros quieren que entremos...

El problema es que hemos reducido el discurso educativo a un discurso "económico". Los resultados de los últimos informes PISA, el estruendoso fracaso escolar y el descontento de los profesores con un sistema que es carísimo y no funciona había llegado a los padres y comenzaba a reclamarse socialmente la necesidad de tener un sistema educativo que se pusiera al menos a la altura de otros países y que, según los idealistas -entre los que me encuentro- fomentara la excelencia (que cada uno pueda sacar lo mejor de sí mismo) no el elitismo y que considerara el esfuerzo en clave de excelencia porque si no, el esfuerzo por el esfuerzo no sirve para nada.

Socialmente empezaba a oírse la necesidad de un cambio de valores. Y eso, a mi juicio, es lo que demuestra que una sociedad está viva y que reconociendo sus errores aprende de ellos y aspira a mejorar...

Pero, de repente, la educación es un asunto económico y sólo económico. Es evidente que la educación tiene que ver con la crisis. Unos hombres y mujeres que no estén bien formados y que no aspiren a la excelencia personal y no valoren el esfuerzo como medio para llegar a esa excelencia serán hombres y mujeres en crisis permanente. Ya lo decía el nada sospechoso Nietzsche: "Quién no tiene un por qué, no tiene un cómo". Y mujeres y hombres así harán que todo todo lo que toquen caiga en crisis. Así Midas será sustituido por "Crisis". Crisis que se convertirá en permanente: crisis social, crisis política, crisis económica pero sobre todo crisis de identidad, crisis personal.

Es por todo ello mi inmenso cabreo. Pero la inmensidad de mi cabreo mide la intensidad de mi esperanza. Si estoy cabreado es porque espero y espero que todos, empezando por mis compañeros, hombres y mujeres de vocación -porque el que no tiene vocación termina huyendo de la educación-, nuestros alumnos y sobre todo los padres tengamos altura de miras y nos dejemos de discursos vacuos que buscan la confrontación. Necesitamos aunar esfuerzos y trabajar en la buena dirección. No podemos permitir que se pierdan más generaciones porque cada generación está compuesta por rostros concretos con nombre y apellidos.

Cabreo teñido de esperanza que se concreta en mi particular grito, un grito con altura de miras: "Salvemos la Escuela".



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