¡LA CABEZA!

Mi amigo y, sobre todo, maestro de vida, Andrés publica en su blog esta viñeta, que tomo de prestado y que merece un pequeño comentario.

Está de moda el profesor 2.0. A saber, aquel que hace del uso de las tecnologías el fin y sentido de la educación. Lo importante es el uso de las nuevas tecnologías a toda costa. La nueva escuela, la escuela 2.0., es la escuela tecnológica.

Negar la importancia del uso educativo de las nuevas tecnologías es algo que no pretendo ni por asomo. Ahora bien, de ahí a reducir la educación a un laboratorio de entretenimiento tecnológico hay un abismo.

Hay una serie de presupuestos contenidos en esta "nueva" forma de entender la educación que siempre me han llamado la atención. Me limitaré a tres de ellos:

1. No se oye más que la cantinela de que el alumno es incapaz de leer un texto y, mucho menos, de seguir un razonamiento ya que estamos en la cultura de la imagen, de lo inmediato. Es una nueva forma de pensar, más diversa, más amplia, más directa. Hay que buscar el impacto que motiva al alumno.

Reducir la educación a eso es confundir la motivación con el "orgasmo". El asunto educativo no se puede comprender superficialmente, a flor de piel. Mas bien es cuestión de profundidad, de entraña.
A la entraña hay que llegar a través de la piel pero no se puede reducir la realidad a la piel. Por ello es importante utilizar el lenguaje de la imagen pero como mero medio para llegar más hondo, más adentro.

2. Se piensa que "los alumnos son tontos". No se dice así, claro, pero en el fondo se considera que están en un nivel inferior, deficiente  y, lo más triste, irrecuperable. Pero, realmente, ¿lo son? ¿No será más bien que si encuentran que nadie les da algo más, se conforman con poco? (Al fin y al cabo todos tenemos esa tendencia hacia el mínimo esfuerzo). Y, ¿no será también que fruto de esta actitud permanente por parte de los educadores, contribuimos a crear lagunas que, con el paso de los años, resultan ser irreparables?

3. Desde el presupuesto anterior el profesor renuncia a serlo. De profesor se convierte en "facilitador". La clase cansa porque su misión ya no es enseñar sino entretener. Entonces se empieza a odiar la clase y se sueña con el eterno recreo. Así, se utiliza la clase 2.0 como huida convirtiendo la clase en sala de cine, sesión de internet, etc. 

¿Qué proponer frente a la Ortodoxia 2.0 -como la denomina mi amigo Fernando-?

Yo me alinearía en la Heterodoxia 2.0 con los siguientes puntos programáticos:

1. Lo importante es educar. La educación es un asunto de fines y no sólo de medios. Hay que recuperar el sentido de la pregunta por el hombre y atrevérse a responderla en grande. ¿Qué entendemos que es una Persona? ¿Qué debe ser? ¿Cuáles deben ser los grandes valores que deben regir su vida?

2. Sí a los medios. A todos. Desde la clase magistral hasta el uso de todas y cada una de las metodologías que nos ayuden a educar. Sí, por tanto, a la escuela tecnológica. Pero eso sí, los medios deben subordinarse a los fines y si no valen, reemplazarlos por otros. La razón de un medio no debe ser nunca su novedad sino su eficacia.

3. No al facilitador y sí al maestro. Debemos recuperar la figura del maestro que no es un simple facilitador, ni un buen técnico en el empleo de cualquier metodología sino mucho más. Es aquel que enamorado de aquello que tiene que enseñar y enamorado de sus alumnos intenta no solo enseñar sino vivir aquello que transmite. ¡Nos hace tanta falta volver a Sócrates!

4. Tenemos que enseñar a nuestros alumnos la pasión por la Verdad. Que no hay compartimentos estancos entre la distintas disciplinas sino que, aunque tengamos preferencias por algunas de ellas, todas -si son auténticas- nos hablan de todas. Nos hablan de Verdad y de Vida.

5. Hay que empezar desde abajo enseñando a leer. Se podrán utilizar e-books, bibliotecas virtuales, libros digitales, etc. pero habrá que enseñar a leer despacio y con profundidad. Tenemos que atrevernos a que, poco a poco, los alumnos vayan enfrentándose a lecturas cada vez más complejas que les lleven al final a leer y a disfrutar de las grandes obras literarias. No se puede hacerles leer libros basura -suponiendo de nuevo su idiocia congénita, ¿o adquirida?- y, de repente, cuando llegan al Bachillerato, lamentarse de que no son capaces de leer o, por el contrario, hacerles leer a lo bruto los clásicos consiguiendo que los odien. Hace falta ejercicio y ejercicio temprano.

6. Tenemos que enseñarles a escribir. Tienen que ser capaces de expresar  lo que necesiten en diversas situaciones y, sobre todo, lo que tienen dentro. Para ello las nuevas tecnologías pueden ser utilísimas pero hay que exigir el ejercicio constante y esforzado de la redacción y hay que recuperar el trabajo del maestro que corrija esos ejercicios y que, pacientemente, rectifique los errores. (Y no solo los ortográficos).

7. Tenemos que acostumbrarles a pensar. Les enseñamos a calcular pero no a pensar. ¿Es que las pizarras electrónicas no pueden servir para empezar a pensar? ¿Es que nuestros alumnos no pueden iniciarse, con pequeños rudimentos, en el intento de demostrar pequeños teoremas matemáticos? ¿Es que no pueden comenzar a dar razones -aunque se equivoquen- que les lleven a sostener o a rebatir ciertas posiciones? ¿No podemos recuperar el viejo arte de la dialéctica utilizando las nuevas tecnologías? Y  hay que enseñarles a analizar y sintetizar. Es decir, a hacer esquemas y resúmenes. ¿No nos hemos perdido en lo visual en vez de utilizarlo en pro del análisis serio? (Me refiero a los famososos mapas conceptuales). ¿Y dónde se ha quedado la síntesis (el resumen)?

8. Hay que crear en ellos hábito de trabajo. Aprender es gozoso pero requiere esfuerzo. El hábito de trabajo se crea desde abajo y con exigencia amorosa. Hace falta trabajo lento y, muchas veces, aparentemente árido. Así, la tierra dará su fruto.

9. No menos importante es fomentar la experiencia estética. No confundir belleza con gusto. Tenemos que posibilitar, a través de las herramientas tecnológicas a nuestro alcance, que nuestros alumnos comiencen, poco a poco, a gozar de la belleza de un poema, de una sinfonía, de un cuadro, de un animal, de una flor, de un árbol, de un paisaje, de una puesta de sol, etc. Nuestras herramientas tecnológicas pueden ser armas poderosas que nos posibiliten tener la belleza al alcance un "click".

10. Lo más importante. Hay que educar en valores auténticos, grandes, plenos, que llenen la vida y la llamen a crecer. Sólo quien tiene un modelo grande -un ideal de vida- puede vivir grande. Unos valores que nos dirijan hacia los otros y nos comprometan con ellos. Y, desde luego, las nuevas tecnologías nos pueden servir para promover aquellos valores que nos hacen soñar y aspirar a lo mejor de nosotros mismos.

Todo esto es enseñar a usar la cabeza, el sentido común. Y entonces, el notebook, el ipad, el ipod, las pizarras digitales, los e-books, las bibliotecas virtuales, los foros, twitter, facebook, etc., todo cobra sentido porque todo enseña a usar la cabeza, a crecer.

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