EL "MITO" DE LA NEUTRALIDAD IDEOLÓGICA

Hoy hemos tenido el último claustro del curso. Ambiente vacacional.

A pesar de ello, el claustro ha sido largo. Había muchos asuntos que merecían ser tratados...

Pero llegó, como suele ocurrir en verano, la "serpiente de verano". (Y quizás aquí lo de serpiente tenga mucho de símbolo).

Reapareció el "mito". En este caso el "mito de la  neutralidad ideológica". Se asomó con ganas de "aguar" el comienzo de las vacaciones.

Asunto: "El Papa viene a vernos". ¿Y qué pasa con que el Papa venga a España? ¿Qué tiene que ver con nuestro instituto?

Se nos explica: Según un acuerdo establecido entre el Gobierno Español y la Conferencia Espiscopal Española y mediado por las Comunidades Autónomas (entre ellas la nuestra) se ceden algunos edificios públicos, entre ellos el gimnasio de nuestro instituto, para acoger a los jóvenes cristianos que vienen a ver al Papa.

Hasta ahí todo "correcto" (salvo, quizás, algunas alusiones en un cierto "tonillo" que quizás podrían haberse evitado). Pero llegó la hora de que nuestro "mito" asome.

Algún miembro del claustro mantiene su oposición ya que dejar el gimnasio a los jóvenes cristianos supone romper la neutralidad ideológica que es propio de lo público: "Lo público debe ser ideológicamente neutral".

Ya tenemos frente a nosotros al "mito". Parémonos ante él y veamos su profundidad.

Fijémonos en el enunciado: "Lo público debe ser ideológicamente neutral". Es curioso, es un juicio de valor. Nos habla de lo debido, de lo que debe ser. Supone, por tanto, admitir la neutralidad ideológica como valor. Pero, si la neutralidad ideológica es un valor, entonces, ya no es neutral ya que los valores nos hablan de lo que debe ser. Es decir, de aquello que no siendo real, debe serlo porque enriquece la realidad.

Estamos, por tanto, ante una contradicción. Afirmar que "lo público debe ser ídeológicamente neutral" es afirmar que "lo público no debe ser ideológicamente neutral". Estamos ante la cuadratura del círculo. Es decir, ante un eunciado contradictorio, un absurdo lógico.

Seguro que se me podrá argüir que estoy liando al personal y haciendo juegos de palabras. No es cierto. Lo cierto, sin embargo, es que dicho juicio no admite el más elemental análisis lógico.

Aquí podríamos parar. Pero seguro que mi intelocutor me acusaría de sofistería si lo hiciera. Concedámosle desde el más profundo respeto socrático avanzar por otra vía.

¿Existe la neutralidad ideológica?

Intentemos responder a esta pregunta.

El hombre en un ser de "opciones" o, como decía Sartre, "está condenado a ser libre". ¿Qué tiene que ver esto con nuestro asunto?

El hombre elige y elige conforme a lo que cree "mejor" o "preferible". Así yo elijo comer ciertas cosas y evitar otras porque considero que unas son "saludables" y otras no. A veces elijo las "no saludables" porque, en ciertos casos estimo que es preferible "lo placentero" o "lo socialmente aceptable". Voy a comprar a un supermercado y no a otro porque busco o lo "más económico" o "una mejor calidad" o, si es posible,  ambas cosas. En otro orden de cosas, considero que hay momentos en los que debe primar la "utilidad" y otros, como es el caso de la amistad auténtica, en que lo que prima es el "desinterés" o, dicho de otro modo, la "inutilidad". Llega un momento en el que estimo que es mejor casarse que no casarse o viceversa. Lo mismo pasa con los hijos. Me planteo que es mejor tenerlos o no tenerlos.(Incluso estimo como valioso el número de hijos que desearía tener. Y ello le lleva a mucha gente a actuar de maneras diversas). Si los tengo, tengo claro cuales son los valores que deben primar en su educación. Desde si deben tener PSP o no hasta qué entiendo por ser buena persona...

Podría seguir. Pero creo que los ejemplos aducidos nos muestran que nada en la vida, al menos nada de aquello que consideramos importante y, por tanto, lo más propio de la vida personal está carente de valor.
Es decir, no hay nada de lo auténticamente importante que sea "neutralmente ideológico".

Ahora bien, entiéndaseme bien, ello no quiere decir que todo sea "relativo". No. Si enfocamos bien el asunto nos damos cuenta de que en todo lo humano buscamos lo "auténticamente humano". Buscamos, tomamos postura y realizamos actos tendentes a introducir en el mundo eso que consideramos "mejor" de forma absolutamente objetiva.

Por tanto, ¿no sería mejor aceptar lo que somos y lo que buscamos? ¿No sería mejor que pudiéramos dialogar serena y racionalmente sobre los diversos "motivos" -valores- que guían nuestras acciones? ¿Por qué? Porque quizás así podríamos llegar a darnos cuenta de que buscamos lo que realmente vale y que no podemos conformarnos con sucedáneos.

La neutralidad ideológica, en consecuencia, no existe. Es un "mito" -de los malos-. Pero, y he aquí otra cuestión- ¿por qué funciona?

Sólo tengo una respuesta. Funciona porque se ha instalado la cultura de la sospecha. Asumimos, de forma inconsciente la mayor parte de las veces, que el otro es un potencial enemigo. El "infierno son los otros"- decía el ya citado Sartre.

¿Y eso hace justicia al ser humano? Creo que no. Si miramos hacia dentro, todos sabemos que no.

Todos sabemos que sólo se puede aspirar a un mundo auténticamente humano desde la colaboración el otro, desde su reconocimiento como otro. Por eso decía Levinas, compleja y sabiamente: “La relación con el rostro es inmediatamente ética. El rostro es aquello que no se puede matar: aquello cuyo sentido consiste en decir ‘No me matarás' ".

El reconocimiento absoluto del otro es el reconocimiento de su dignidad propia, de su ser único, irrepetible e insustituible lo que supone aventurarse junto con él en la aventura del descubrimiento de lo auténticamente valioso, de lo importante, de lo que no es neutral porque la Persona, toda Persona, tiene un rostro concreto, no neutro.

Si esto es así, y creo que se puede ver con claridad, el mito de la neutralidad ideológica es más que una serpiente de verano. Es una auténtica serpiente que introduce un mal en el mundo, el desprecio -aunque muchas veces no sea consciente- a la dignidad de las personas. (Dejamos para otra ocasión el asunto de la neutralidad ideológica de lo público).

En conclusión. Hay mitos y "mitos". Los primeros son aquellos que, como los valores, nos presentan una realidad misteriosa que nos inunda y que impele a nuestra razón y a todo nuestro ser en su búsqueda. Y "mitos" que son vanas supersticiones porque, aunque se nos presenten como convincentes, en el fondo están intentando oscurecer nuestra razón. Así pues, fuera "mitos" y la "neutralidad ideológica", mal que nos pese, es una vana superstición.

Pero no imitemos a Hume sino a Sócrates. No hagamos hogueras, como decía Hume, en las que quemar todo aquello que consideremos "mito". No. Usemos nuestra razón y, sobre todo, seamos capaces de tener la valentía socrática de animar al de al lado a buscar lo que realmente importa.

¿Y qué importa?

 Aquello que jamás podrá ser ideológicamente neutral: ¡Tú!


Entradas populares de este blog

TENGA USTED ÉXITO EN SU MUERTE (Fabrice Hadjadj)

DILIGE ET QUOD VIS FAC! (A mis alumnos de 1º de Bachillerato del IES José García Nieto. Curso 2016-2017)

"POLVO SERÉ, MAS POLVO ENAMORADO" (Palabras de despedida de la promoción 2009-2010. 20 de mayo de 2010)