NI ADOCTRINAMIENTO, NI INSTRUCCIÓN. SIMPLEMENTE, EDUCACIÓN.
Nuestra presidenta dio ayer una conferencia. La verdad es que no la he oído. Sólo escuché algunas frases suyas en la televisión y, no en un canal que la quiera mal. Lo que oí me llamó la atención. Afirmaba que el Estado tiene que asegurar que la educación sea mera instrucción y que el resto es asunto de los padres.
Afirmaciones de este tipo, miradas sin atención, tienen la capacidad de suscitar en muchos padres, y en no pocos profesores, una adhesión inmediata.
Pero vayamos despacio. Afirmaciones de este calibre parten, a mi juicio, de un error: la educación es primordialmente un asunto del Estado.
No puedo estar de acuerdo con semejante supuesto que comparten tanto aquellos que se denominan socialdemócratas o los que se autollaman liberales. Aquellos insistirán en que el Estado es el que tiene que educar en los valores que el Estado considera -con su visión cuasidivina- como importantes para consolidar la cohesión social. Estos -los liberales- les acusaran de adoctrinamiento e inistirán en que el Estado tiene que asegurar, en aras de la libertad individual, que la educación se reduzca a mera instrucción.
Pues bien, ni lo uno ni lo otro. Ambos olvidan que la educación es un asunto exclusivo de la familia - de los padres- y que el Estado sólo tiene una función subsidiaria. Es decir, tiene el deber, la obligación, de asegurar que los padres puedan dar a sus hijos la educación que consideren mejor.
A saber, la educación ni es, ni ha sido, ni será nunca mera instrucción. La educación siempre lo es en valores. Ya se enseñe matemáticas, física, literatura o filosofía siempre se está educando en valores. ¿Por qué? Porque el saber tiene que ver con la Verdad y la Verdad nunca es neutral. La neutralidad ideológica es un mito. Todo aquel que transmite el saber si lo hace seriamente, es debido a que previamente es un buscador incasable e insaciable de la Verdad. Y si lo hace chapuceramente, transmitirá también una serie de disvalores que se disfrazaran de valores y asumiran un falso rostro de Verdad.
Educar es ayudar a crecer y todo aquel que ayuda a crecer tiene, lo reconozca o no, una visión de qué es lo mejor para el educando. Y, ¿quién tiene una mejor visión que los propios padres? (Estoy refiriéndome a aquellos padres -me gusta pensar que la mayoría- que realmente son padres porque ejercen su paternidad y maternidad considerando que sus hijos son un "don" y no una "carga").
Por ello, la misión del Estado no es instruir. ¡No! Tampoco adoctrinar. Lo propio del Estado es que posibilite a los padres, real y no ficiticiamente, que puedan escoger la educación que quieren para sus hijos.
Mientras esto no ocurra, y de hecho no ocurre, nos moveremos entre los dos polos ("adoctrinamiento" o "instrucción") pero estaremos dejando de lado una auténtica educación. Nuestros hijos aprenderán mucho inglés, manejarán perfectamente las nuevas tecnologías, podrán -en un momento dado- tener un alto nivel académico pero habremos olvidado la unidad que debería haber entre familia y escuela y, en consecuencia, estaremos inculcando, como creo que lo hacemos, que la escuela debe formar únicamente "buenos ciudadanos" que mantendrán la cohesión social o "buenos profesionales" que mantengan nuestro estado de bienestar.
Pero, ¿se puede ser "buen ciudadano" o "buen profesional" sin estar apoyado en el suelo nutricio del auténtico crecimiento que es la familia sustentada sobre los fuertes lazos del amor que une, a pesar de las dificultades?
Por ello, doña Esperanza, -y lo digo sin acritud- no se puede confundir el hecho de educar con "adoctrinar" pero tampoco con la mera "instrucción" porque educar es un asunto de familia, no de Estado.
Ni adoctrinamiento, ni instrucción, simplemente Educación.
N.B.: Quizás se me pueda tachar de idealista y de no tener los pies en la tierra. Lo que planteo no existe en nuestro país y sé que no es la dirección por la que parece caminar nuestro sistema educativo pero sólo si mantenemos el ideal claro, podremos avanzar en ese camino. Camino difícil porque, quizás, lo primero que habría que hacer es utilizar el sentido común y rehabilitar el auténtico sentido de la familia como lugar del amor y del crecimiento. (Lugar de la educación).