DUC IN ALTUM! (El grito de un nuevo movimiento, el del 27 M)

Para todos y cada uno de vosotros en el día de vuestra graduación

¡Estoy harto del Carpe Diem!

Vivimos en el mundo del Carpe Diem. Todo tiene que ser deprisa, aquí y ahora y todo tiene que ser divertido. Si no es divertido, no es bueno.

Ese es el drama del maldito Carpe Diem.

Hace un rato conversaba con mi hijo Daniel que es un músico genial, que tiene talento el chico, ¡vaya! (No se me nota que soy su padre, ¿verdad?). Me decía que no quiere ir a clase de guitarra en el cole. ¿Por qué? Porque se aburre. Y, ¿por qué se aburre? Porque tocar un instrumento es un ejercicio repetitivo, costoso, monótono, ritual, rutinario... A saber, que no es divertido.

¿Qué le respondía yo?

Que el amor no es divertido y que si yo le quisiera porque me resultara divertido, entonces, ya habría dejado de quererle hace mucho tiempo...

Sí, efectivamente, el amor no es divertido. No es divertido tener que levantarse por la mañana y tener siempre la misma rutina. No es divertido preocuparse por qué hay que comer o por si falta esto o lo otro. No es divertido preocuparse por las trastadas de Daniel, los despistes de Fernando o las alergias de María (Mis hijos) y no saber como decir te quiero, con lo hechos, a Susi ("mi dulce y querida guía"-como diría el genial Dante-).
Sí, el amor no es divertido y por eso es amor. El amor es ocuparse, preocuparse, dar la vida por aquellos que amas y todo ello no es divertido; ... es ¡gozoso! Pero con el gozo que inunda, que hace crecer y que te hace vivir de fe, de la fe de apostar por aquellos que te preocupan, por aquellos que quieres...

Sí, el amor tiene el gozo. Ese gozo que te llama a crecer, a sacar lo mejor de tí mismo, aunque muchas veces muestres lo peor. Que te lleva a lo profundo de tí y te hace ver lo pequeño que eres y la tarea tan enorme que tienes por delante. El amor te rompe, te hace salir de tu castillo, de tu cerrado centro, y te lleva hacia los que quieres y por eso tu castillo se convierte en "hogar", auténtico centro abierto. En ese hogar que, a pesar de que es muy pequeñito y está lleno de imperfecciones, es el que da el auténtico fuego, el del amor.

Un fuego cotidiano, sencillo, austero que no es pasional porque no es fuego de un día sino fuego de todos los días. Un fuego que quema por dentro y te lleva a empeñarte más y más por aquellos que quieres. Lo suyo no es sentir, es gozar...

Y lo suyo es llamarte a dar lo mejor de tí mismo. Su grito no es "Carpe diem! " sino "Duc in altum!": ¡Aspira a lo bueno, a lo mejor! ¡Sé quien tienes que ser! Mira a las estrellas y sueña pero, ante todo, comprometete, da la vida porque la vida solo tiene un sentido, darla por amor, si no, se te pudre entre las manos.

Duc in altum! Eso es lo que he querido transmitiros y dejaros a través de mis clases. Esa es mi apuesta. Sólo quien entiende que el sentido de la vida está en el amor  y que el amor tiene nombre de Persona y que ese nombre brilla en el gozoso "aburrimiento", ese es el que tiene el secreto de la vida, ese es el que comprende algo del misterio del hombre. Y ese es el que empieza a presentir que la vida es algo maravilloso que sólo puede habernos regalado Alguien, con mayúsculas, que nos debe amar infinitamente.

Este es mi regalo en este vuestro día grande.  Empeñaos en amar con todas vuestras fuerzas. ¡Indignaos! Pero que vuestra indignación dé lugar a un nuevo movimiento, el del 27 M, el del AMOR y que acampéis en él para siempre.

Este es nuestro grito, contádselo a todos: Duc in altum!




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