¿MERCENARIO O QUIJOTE DE LA TIZA?
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¿Mercenario o quijote de la tiza?
¿Merece la pena la tarea
educativa?
¿Qué es educar?
En mis 24 años de dedicación a la
docencia, ya cerca de mis bodas de plata, esas tres preguntas me siguen
cercando y quizás por ello sigo teniendo ilusión. Pero hete aquí que empiezo a
echar de menos esas preguntas entre “algunos” de mis compañeros. Y heme aquí
que empiezo a notar, sin ánimo de acritud y –por supuesto- sin señalar a nadie,
que el número de “mercenarios de la tiza” empieza a dejar de ser rara avis .
He comenzado con tres preguntas
pero el orden de respuesta debe ser inverso al de su formulación.
¿Qué es educar?
Etimológicamente educar proviene
del verbo latino educere. Y, ¿qué significa educere? Ni más ni menos que ayudar
a crecer.
Crecer es una actividad que
indica una dirección y una dirección progresiva, de menos a más. Por lo tanto
el camino de crecimiento es relativo a una meta, a un fin que indica plenitud.
¿Y cuál es la meta de la
educación? La respuesta parece fácil.
Si la tarea educativa hace
referencia a personas, la meta educativa consistirá en llevar a las personas a
su plenitud, lo que Aristóteles denominaba vida
lograda (eudaimonía).
Nos enfrentamos así a la cuestión
decisiva: “¿Qué es ser Persona?”
Dicho de otro modo, sólo se puede
educar desde un modelo antropológico claramente definido, desde ahí llegaremos
a conocer cuáles son los valores que deben guiar los actos educativos y ahí
encontrarán su lugar todas las pedagogías (métodos) que nos lleven a conseguir
la meta.
¿Merece la pena la tarea educativa?
Depende del modelo de hombre que
tengamos. Si nuestro modelo es el del insaciable consumidor o el del
infatigable productor o el del hedonista pesimista cuyo valor de sentido es el
placer inmediato o cualquier otro en
esta línea despersonalizadora, entonces la tarea educativa no tendrá sentido y
convertiremos el quehacer educativo en una mera “profesión” cuyo fin
fundamental será el de darnos de comer. Al final odiaremos el aula porque en
ella terminaremos encontrando nuestro enemigo.
Si por el contrario, entendemos
que debemos ayudar a crecer a Personas, seres únicos, irrepetibles e
insustituibles que, curso tras curso, pasan por nuestras aulas y ante los que
tenemos la responsabilidad de enseñarles que su vida debe ser algo grande, que tienen
una dignidad que les exige sacar lo mejor de sí mismos y que, ya sea desde las
matemáticas, la lengua , el inglés, etc., deben comprender la grandeza de la
aventura humana y lo que implica con respecto a sí y a cada uno de los que les
rodean, entonces, y sólo entonces, nos dejaremos deslumbrar por ese daimon del que hablaba Sócrates y empezaremos a
descubrir que la dedicación a la educación es una “vocación” y no una
“profesión”.
A partir de ahí entrar a clase
será difícil pero descubriremos que en ella hay Personas y que, a pesar de todos los problemas y los
malos días que tengamos, estaremos aportando algo que puede ayudar a crecer a
nuestros alumnos.
¿Mercenarios o quijotes de la
tiza?
De las dos formas de entender la
tarea educativa opto por la segunda y, en consecuencia, apuesto por el
quijotismo de la tiza.
¿Qué es un quijote de la tiza?
Todo aquel que considera que le
ha sido dado un jardín en el que hay multitud de flores, muchas con espinas, y
que le ha sido otorgada la oportunidad de poder ayudarlas a crecer.
Se me podrá objetar que soy un
idealista y, en consecuencia, poco práctico.
Llevo años preguntándome si no
tendrán razón. Día tras día me siento impotente porque no sé atinar, porque la
tarea me desborda, porque meto la pata, porque lo hago fatal,… Mis manos están vacías.
Pero día tras día me sigo
haciendo la pregunta: ¿Quijote o mercenario de la tiza?
Y día tras día me veo obligado a apostar. Y
apuesto. (Porque lo importante no es tener las manos llenas).
“Prefiero ser un quijote
insatisfecho a un mercenario satisfecho”. He ahí mi apuesta.
Y en la insatisfacción por la
tarea no bien cumplida, porque me excede, reside mi ilusión. Ahí brillan los rostros irrepetibles
de todos mis alumnos pasados y futuros. En sus rostros reside mi
vocación.
Mi apuesta es y seguirá siendo
siempre por ellos. Sólo ellos lo merecen. Ellos son mi Dulcinea y por ellos
seguiré luchando contra gigantes. Por ellos tengo la honra de ser.
¿Y qué soy?
Un pobre quijote de la tiza.
Dixit!