DILIGE ET QUOD VIS FAC! (A mis alumnos de 1º de Bachillerato del IES José García Nieto. Curso 2016-2017)
No me gustaría acabar este curso tan especial, al menos para mí, sin dirigiros unas últimas palabras.
Pero me gustaría que fueran dirigidas a cada uno de forma personal. Por ello, cambio el plural por el singular.
¿Qué quisiera decirte?
Lo primero, ¡gracias! Gracias por haberte podido conocer, gracias por haberte podido hablar de lo que llevo en el corazón, gracias por haber podido pensar y, sobre todo buscar, junto a ti.
Comenzábamos el curso con Sócrates. El descubrimiento de su figura, de su búsqueda y de su vida, sobre todo de esa vida entregada, te acercaron a esta cosa que, gracias a él, llamamos Filosofía.
¿Qué es Filosofía? Espero que hayas profundizado en que la filosofía es la búsqueda de la Verdad, de esa Verdad que te cerca, que te abraza, quizás que te busca y que quiere que seas lo mejor que puedas llegar a ser.
La Verdad no es algo abstracto, sino concreto. Es la que te exige que seas mejor, que vivas conforme a lo que eres: Persona. Es decir, que profundices en tu rostro, en tu nombre, que lo conozcas y que intentes vivir conforme a lo que estás llamado a ser.
Es, por tanto, una exigencia y una aventura. Es esa aventura que apunta al rostro del que tienes al lado porque solo en el rostro del otro descubrirás tu grandeza. La vida que no se da, se pierde. Sé que esto no está de moda pero es la única forma de hacer justicia a tu nombre y a tu ser de persona. Anímate a buscar, pero sobre todo a vivir.
Y recuerda que esa entrega solo es posible, si lo es de Amor. El amor no es un mero sentimiento, el amor es donación y la donación podrá satisfacerte –lo hará- pero no olvides que también duele y, a veces mucho. Pero cuando duela no huyas, porque huir del otro será siempre huir de ti, huir de la verdad, huir de la vida, huir de la persona… No huyas, resiste y sigue donándote aunque nadie lo comprenda ni lo vea… Eso es el sentido de la vida, de tu vida, de mi vida… Eso, al menos, me ha enseñado y me sigue enseñando Sócrates y todos los filósofos –los socráticos-. Y por ahí van las cosas.
Desconfía por tanto de los sofistas. De aquellos, que aunque se presenten como filósofos, te insten a no buscar la verdad, a no vivir tu vida a fondo –en profundidad-. Aquellos que te dirán que vivas la vida en su superficialidad –en lo que tú sabes, como yo, que no satisface-, aquellos que te exigirán que no vayas contra corriente, aquellos que te hablarán de la inexistencia del Bien y de la Verdad, aquellos que te obligarán a mirarte a ti mismo y te pedirán, de forma bonita, que odies al otro –aunque no te lo digan, porque irán de tolerantes y de fomentadores de la diferencia-. ¡Huye de ellos! Pero no los odies. El odio no es digno de tu nombre de persona. Solo el amor lo es. No debatas con ellos, ¡dialoga! Y, sobre todo, propónles tu vida como una forma de vida que, con dificultades, busca la Belleza, el Bien y la Verdad.
Decía San Agustín, uno de esos grandes filósofos al que muchos hoy no se acercan por prejuicios: Dilige et quod vis fac! (¡Ama y haz lo que quieras!).
Eso es lo que me gustaría dejarte. Eso es lo que la Filosofía socrática puede enseñarte. Pasarán los años y mi rostro se desdibujará en tu memoria. Me verás por la calle y no me reconocerás. Te olvidarás de aquel que fue tu profesor de Filosofía. Lo tengo asumido y es ley de vida. Pero no te olvides nunca de lo importante: ¡Ama! Da tu vida por el otro. Esa es la única forma de ser plenamente humano, plenamente Persona.
Recuerda esa frase de Léon Bloy con la que empezábamos el curso: “En esta vida sólo hay dos opciones, o ser un cerdo o ser un santo”.
Tú eliges. Pero si has tocado algo de la enseñanza socrática, si ella ha logrado arrebatar tu corazón, transforma tu vida y lucha por no ser un cerdo. ¡Sé santo! ¡Sé de la estirpe socrática!
Eso es lo que te puedo dejar y es lo que te he querido enseñar.
Con inmenso cariño, recibe un abrazo socrático con todo mi corazón.
