DELIRANT ISTI ROMANI!
Días son estos de sorpresa. Comienzan a filtrarse los borradores curriculares del nuevo Bachillerato y de los programas de algunas materias.
Sorpresa al sabernos traicionados, no solo pero también, los profesores que somos de la especialidad de Filosofía.
Frente al desprecio que la ley Wert mostró por la Historia de la Filosofía de segundo de Bachillerato reduciéndola, prácticamente, a materia optativa de algunas modalidades Unidas Podemos, entonces Podemos, se erigió en gran defensor de la Filosofía pidiéndole al PSOE que en la nueva ley educativa se volviera a la situación de obligatoriedad de la materia de 2º de Bachillerato y, además, se comprometió a la vuelta de otra materia, Ética, en 4º de la ESO. Por supuesto, como no podía ser menos, el PSOE accedió.
Todos nos las supimos felices. Mas cuando el curso pasado empezó a moverse el currículo LOMLOE -así conocemos a esta nueva ley- el Gobierno rompió la baraja. La Ética de 4º de la ESO ya no era pertinente. (Cuando se pidió cuentas al gran defensor de la Filosofía en el sistema educativo, nótese la ironía, miró a otro lado).
Las sorpresas no acabaron y, en su macabro Halloween, asistimos al nacimiento de un nuevo zombi: la Historia de la Filosofía será obligatoria en todas las modalidades del nuevo Bachillerato con una carga lectiva de dos horas semanales.
Para llegar al colmo del esperpento se filtra el borrador de los contenidos y nos encontramos con que tendremos que explicar a veintiséis filósofos. Actualmente, con cuatro horas a la semana, trece , y con la lengua fuera.
Lo hasta aquí dicho podría malentenderse. Sonar a lamentación gremial como otras tantas que, tan a diario, escuchamos. No es esa mi intención.
Todo este despropósito responde a una cuestión que no sé si nuestros gobernantes y, ni siquiera nuestra sociedad, se plantean. Cuestión que apunta a los fines de la educación: ¿qué clase de mujeres y hombres queremos?
No voy ahora a dar la matraca con la importancia de la filosofía para el desarrollo del pensamiento crítico. (Ese mantra, común en mi gremio, en el que cabe todo). La cuestión es más de fondo.
Si no apuntamos al uso de una razón que busque descubrir el motivo profundo de nuestras acciones, de nuestra vida, viviremos solo de prejuicios -como ya bien vio Sócrates-. Y vivir de prejuicios hace que nos movamos por lo que se dice solo porque se dice.
La consecuencia de ello no es solo que nos licuemos sino que nos sabemos huecos por dentro. Nos refugiaremos -o intentaremos refugiarnos- en la moralina de los discursos a la moda pero cuando uno no sabe por qué hace las cosas, deja de hacerlas. ¿No lo vemos claro en los botellones de fines de semana, en el creciente aumento de la violencia, en la pérdida de referentes auténticos, en la desconfianza generalizada, en el ir cada uno a lo nuestro utilizando a los otros, etc.?
No hace falta más que abrir los ojos. Es necesario pararse. Pensar. Buscar. Y hacerlo juntos.
Pero, ¿cómo vamos a hacerlo si nadie nos enseña?
Ese debería ser el papel de la Filosofía y, por ello, es imprescindible en el sistema educativo, en todo sistema educativo. Así como nadie pone el duda la presencia de las Matemáticas o de la Lengua tampoco se debería poner en duda la presencia de la Ética y de la Filosofía. Pero nuestros gobernantes y nuestra sociedad lo hacen. Tenemos un problema, el mismo que vivió Sócrates en Atenas: cuando no hay razón, la barbarie avanza.
Y lo hace con cara dulce, modos agradables, buenas palabras, … Con ese esteticismo del que hacía gala el sofista Hipias. Con esa piel de cordero de la que se visten los lobos… Es lo propio del no a la razón.
Sé que nuestro gobierno no dará un paso atrás. Pero también sé que quien desprecia la razón, desprecia la condición humana. Eso me lo ha enseñado y me lo enseña la Filosofía. ¿Quién si no?
Razón o sinrazón. Cordura o locura. Sabiduría o necedad. Progreso o barbarie. Escogemos. Y cuando eliminamos la Filosofía de las aulas y de la vida está claro qué escogemos: sinrazón, locura, necedad, barbarie.
Y ante ello, y sin poción mágica, solo nos queda la resistencia al mal. Y ella empieza por repetir incansablemente
el dicho de Astérix: Delirant isti romani! (¡Están locos estos romanos!).
Delirant isti romani! Que resuene.